Imagen de Wikipedia de practicantes de Kyudo.
El objetivo del Camino del tiro con arco tradicional japonés, Kyudo, no es dar en la diana, por extraño que pueda parecer a la mentalidad occidental; tan ansiosa de objetivos y de alcanzar logros personales.
El verdadero objetivo del Kyudo es armonizar el propio espíritu con el Tao (el Do, en japonés). Es que el arquero se convierta en un instrumento de Dios (expresándolo en términos cristianos). Un arquero así dispara desde la Humildad, la Suavidad y la Tranquilidad. Y cuando da en la diana no se atribuye ningún mérito, sino que se inclina y saluda ante la Divinidad, ante Ello.
El premio no es ningún trofeo, ni medalla de oro olímpica. Es la serena Alegría de la autorrealización espiritual.
Hay un libro, un clásico muy recomendable para todos aquellos que quieran comprender el espíritu del Zen, que escribió el filósofo alemán Eugen Herrigel a principios del pasado siglo XX, y que relata las experiencias de sus seis años como discípulo de un maestro de Kyudo, durante su estancia en Japón como profesor universitario. Se titula: "El zen en el arte del tiro con arco".
El Zen y su práctica de meditación*, el za-zen, es algo muy familiar para mí, porque empecé a practicarlo en 1985, a los 20 años de edad.
En 1987 me llegó la primera noticia de la existencia del libro de E. Herrigel. Y a decir verdad, es un libro que siempre me llamó la atención, pero fueron pasando los años y no me decidía a leerlo.
Por fin, 25 años después, en enero de 2012, encontré un ejemplar de "El zen en el arte del tiro con arco" en la biblioteca particular de un amigo que es acupuntor y practicante de Artes Marciales. Y le pedí que me lo prestara durante un par de semanas decidido a leerlo.
Curiosamente, varias semanas antes, una alumna de mis clases de Salud de la Espalda** en Torrefarrera, me había ofrecido la posibilidad de tirar al arco de forma gratuita durante una hora con un excampeón de España que, con 70 años de edad, se dedicaba a entrenar a jóvenes talentos del tiro con arco en el polideportivo de Torrefarrera. Esa alumna se llama Reyes A., quien había sido excampeona de Cataluña de tiro con arco en categoría estándar (no olímpica) varias veces, tanto en sala como al aire libre.
Todo sucedió con fluidez.
Durante la semana siguiente disfruté de la lectura de "El zen en el arte del tiro con arco", dejando que calara en todo mi ser: en mi cuerpo, en mis emociones, en mi mente y en mi espíritu. Y, también durante esa semana, pedí a Reyes que me consiguiera, para la semana siguiente, la cita con el maestro arquero para mi "bautismo" en arquería.
El día y la hora acordados, recuerdo que ya estábamos en febrero, me personé con Reyes ante el maestro arquero. Ella nos presentó y se marchó enseguida.
El maestro arquero me ofreció un arco pequeño de madera y tres flechas. Me indicó la distancia a la que debía tirar a la diana (unos 15 metros), me enseñó a cargar la flecha y a sostener el arco, y me dijo que disponía de una hora para practicar. Mientras él se quedó a asesorar a un joven de unos 25 años que tiraba con arco de competición.
Empapado del espíritu Zen del libro de E. Herrigel, y con 27 años de práctica de za-zen, me dispuse a tirar con el arco.
Las primeras tres flechas ni siquiera llegaron a la diana, y cayeron al suelo 2 ó 3 metros antes de poder clavarse en ella. Sin desanimarme, sin espíritu de ganancia ni de pérdida, las recogí y regresé a mi distancia de tiro. Cargué el arco y, ésta vez sí, las flechas se clavaron, pero lejos del punto central.
Continué practicando el resto de la hora, con la ilusión de un niño y, a la vez, con la serenidad emocional y mental que aportan los años de práctica del za-zen.
Poco a poco las flechas iban acercándose más a la diana.
Finalmente llegó la última tirada. Y las tres flechas se clavaron en el punto central de la diana. Era imposible que estuvieran más juntas. Estaban totalmente agrupadas en un solo haz, tocándose en todo su largo las unas a las otras.
Yo no hice nada. Símplemente me había concentrado en cada gesto, en cada acción: en cargar bien la flecha en el arco, en alzar el arco, en tensar la cuerda, en apuntar a la diana, en armonizar la respiración, en soltar la flecha y la cuerda... Sin perseguir nada, sin ninguna prisa, poniendo toda mi atención en lo que hay que hacer en cada momento, como explica E. Herrigel en su libro.
El viejo maestro de tiro con arco vio el resultado de mi última tirada de 3 flechas, la hora de práctica habíe concluído. Y me dijo: "-Tienes buen pulso." Yo le respondí: "-Sí."
Y tras desclavar las flechas de la diana, entregué arco y flechas al maestro arquero, le dí las gracias y me fui a casa.
Sentía que había valido la pena que el libro "El zen en el arte del tiro con arco" de E. Herrigel hubiera tardado tanto tiempo en caer en mis manos. Porque así, en vez de símplemente leerlo, pude ponerlo en práctica, vivirlo, saborearlo desde la propia experiencia. ¿Acaso hay algo mejor para el espíritu humano?
Wifredo Noguera Lax
Poeta y escritor
Dedicatoria:
A mi difunto padre, Antonio Noguera Cerón. Quien nos transmitió a mis hermanos y a mí su profundo Amor a la Naturaleza. Y que algunas veces nos decía: "-Haced las cosas con los cinco sentidos puestos en lo que estáis haciendo."
¡GRACIAS PAPÁ!
* En realidad el za-zen no es meditación, sino oración contemplativa.
** Ahora se le llama a esto clases de Espalda Sana
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